17 junio, 2023

Ser

Todo cuanto te rodea, incluso tu mismísimo cuerpo, es parte del continuo cambio que se opera en el universo. Las grandes y sofisticadas obras del hombre, no son más que ínfimas variaciones en la disposición de la materia estelar, ninguna de estas creaciones mundanas permanecerá inmutable sino por unos brevísimos instantes. Es el alma humana, el espíritu si prefieres esa concepción, lo único que forma parte indisoluble del Ser y de la construcción cósmica. Aunque el motivo de nuestro paso por este denso plano terrenal nos sea desconocido, sin duda tiene importancia suprema para culminar la Obra.
La Obra es el Todo, desde la más pequeña partícula, el más pequeño microorganismo, hasta nuestro complejo sistema corporal, incluyendo la materia cósmica inanimada, el continuo devenir de sucesos y los planos existenciales que nos están vedados por nuestras propias limitaciones sensoriales. Tal vez, este plano material en el que estamos inmersos, sea sólo una etapa más a la que nos enfrenta la Creación, para que, como espíritus puros que somos, tomemos plena conciencia de la infinita diversidad que abarca la Gloria de la cual somos parte.

Tú mismo, todo lo que eres y todo lo que te rodea es sagrado, simplemente por Ser, por haber sido creado. Está en ti descubrirlo, aprender a valorarlo y a comprometerte con la parte de la Obra que parece haberte sido confiada.

No temas, confía, y atrévete a pensar en grande. 
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Ese universo único, sempiterno y colosal
que fue, es, y siempre será nuestro hogar,
cuyo origen y destino sólo se puede soñar
porque nadie recuerda, ni atina imaginar;
muestra contundente, por su sola existencia
la verdad del Ser, a quien quiera entender.

Que somos materia, del cosmos prestada,
a devolver en plazo y forma determinada.
Que es en espíritu que estamos fundidos,
el uno en el otro, en comunión fraternal,
El polvo de estrellas con que hemos nacido
ya no fue el mismo cuando hubimos crecido,
ni lo será al volver a la morada inicial.

La misión terrena es cultivar lo fecundo,
lo que trasciende al simple polvo del mundo.
Entender que la vana ilusión del tiempo
es sólo el instante de la sublime entrega,
que fecunda el alma con el alimento mejor
al sembrar en otros la semilla del amor.


De la serie "Reflexiones"

G. Porten

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