¡La preferida del burdel! ¿De qué se las da?
Hace unos años yo también tenía ese cuerpo, así es fácil poner condiciones.
Sin embargo de nada te servirá, -pensó- la suerte está echada, para eso sirven viejos favores, prestados a tantos señores.
"Una mano lava la otra…" fue la fórmula sencilla.
-Recuerda cariño que yo arreglé lo de tu esposa, y tú tienes, sin duda, a quién encargar esto.- le había dicho al hombre, y sin más, el pacto de sangre había quedado sellado.
Esa noche, en su cuarto, aguzó el oído y lo pegó a la pared.
Los conocidos gemidos tantas veces fingidos y un sordo alarido le anticipaban el fin. Se produjo un silencio y se oyó un quejido, como un ahogado grito de horror, y la voz de aquel hombre llamando a la calma:
-No temas. Tranquila que estoy con vos. Del otro asunto, no puedo evitarlo, encargué a un amigo, aquel apodado “el rata perdigón"-
Golpean la puerta.
-¿Quién es?- pregunta balbuceando.
La respuesta es del “rata”, pero claro, no le conoce la voz.
De la serie "Pecados capitales"
G. Porten
31 agosto, 2023
19 agosto, 2023
Retrato de Don Félix
Recostado en su sillón de mimbre el viejo parece descansar bajo la fresca sombra de las casuarinas, que plantadas en varias hileras, escoltan orgullosas el sereno discurrir del río en la tarde de verano.
Con su cabeza reclinada sobre los remos del pesado bote islero que intenta reparar por enésima vez, pareciera estar soñando con turbulentos remolinos, furiosos pamperos y torrenciales lluvias, amalgamados en el tiempo con mansas corrientes y soleados días de calma; mezcla de fluido y matorral, barro y juncos mecidos por el agua, al compás de los casi imperceptibles sones musicales de su entorno natural, que con el tiempo fue tornándose en parte su ser.
Sus ensortijados cabellos plateados por el tiempo aún conservan algo del color hermanado con el río, se entrelazan con el mimbre en el que están apoyados y en el rostro se pierden bajo la barba hirsuta, cubriendo en parte las arrugas, que geográficamente cuentan a quien las sepa leer, alegrías y pesares, sueños y esperanzas cronológicamente grabados.
Las espesas cejas muestran en su encuentro tres arrugas, que más arriba se multiplican y transforman en innumerables finísimos surcos nacidos del constante escudriñar lejanías, buscando descifrar los más reservados secretos del día y la noche, enfrentando viento, agua y sol. Debajo, los penetrantes ojos pardos, ahora cubiertos por la telaraña de delgados pliegues que recorren sus párpados de raleadas pestañas oscuras, parecen estar remembrando infinitas visiones de vivencias pasadas.
Su nariz, de base ancha y levemente respingada, lleva en su extremo la marca del sol de mil jornadas y es el punto de partida de los surcos que se pierden bajo la barba, en las mejillas y enmarcando los ojos. La boca grande, de labios finos, permanece entreabierta dejando entrever algunos gastados dientes amarillentos con manchas color tabaco, corroídos por el tiempo.
Con una de sus rudas manos sobre la rústica mesa de tronco islero y la otra colgando impotente a su diestra, porta su rostro el mapa del camino desandado en la maratón de etapas diarias, desde el vientre de su madre, hasta este, su último e inevitable destino final.
De la serie "Relatos isleros"
G. Porten
14 agosto, 2023
Cuestión de principios
El silencio de la noche islera se
va perdiendo, herido por cada vez mayor número de aves que lo perturban. Toda la
naturaleza de los alrededores comienza a desperezarse, como a diario lo viene
haciendo desde que el mundo es mundo. Primero, una a una las gallinetas, con
sus gritos estridentes sobresaltando la paz de la madrugada, luego, lentamente
los otros pájaros. La risotada de los horneros, el silbido burlón del bicho feo, el dicharachero chismorreo de cotorras y chingolos. Muy a lo lejos se
escucha ritmicamente el ruido del agua herida por los remos de un viejo y
pesado bote, y los golpes acompasados de los remos de madera contra los toletes
metálicos y el golpeteo de éstos en sus toleteras.
El sol comienza a esfumar la
bruma, haciendo cada vez más nítido el paisaje eternamente cambiante y comienza
a delinear el perfil del viejo Zoilo, que baja a hacer una reparación urgente
en una de las casitas que alquila para "fin de semana" a nerviosos y
apresurados huéspedes de la capital, que así tratan de relajar
cuerpos y mentes, no siempre con éxito.
Al acercarse al recodo, comienza
a escuchar los golpes, el chapoteo y las voces de dos hombres que lidian con
los pilotes de un viejo muelle abandonado, tratando de extraerlos infructuosamente del fango del fondo.
Al aproximarse, los saluda
respetuoso - Buenas, Don Fernando, buenas
Don Gastón. -
-
Buenas Zoilo, ¿madrugando ? -
le contestan desde tierra.
-
Pa' provechar la fresca, después al mediodía, es imposible ¿vio?
¿Así que le terminó el muelle
nuevo el Félix ? -
pregunta Zoilo como si no supiese.
-
Si, ahora andamos renegando con los pilotes del muelle viejo, son un peligro.
Además la lancha no se puede acercar y hay mucho “enganche”. -
-
Bueno, suerte Don, hasta luego. -
contesta Felix a modo de fugaz despedida y sigue su rítmico remar, con los
pensamientos enredados en los pilotes, mientras enfila al segundo muelle
después del muelle vecinal, a lo de Florio.
Ata Don Zoilo su bote al muelle
de Florio, y con paso lento se interna por un sendero, abriéndose paso entre la
espesura, blandiendo de cuando en cuando el machete para eliminar al paso las
malezas más salientes. En su viejo y desgastado bolso de lona, lleva la
herramienta y el cuero para reparar la bomba de agua de una de sus casitas.
A media mañana,
ya terminada su labor, comienza a desandar el camino y vuelve a la costa.
-
Buen día Don Florio. Hace como un mes que no anda por acá ¿como dice que le va?
- pregunta respetuoso al
pequeño empresario que le alquila desde hace años y que había llegado más
temprano en su lancha.
-
Bien Zoilo, gracias, ¿y usted? Yo anduve de viaje, por trabajo. Usted
sabe, justamente vengo por el alquiler;
bueno, y de paso, a ver, espéreme un segundito que le alcanzo.-
En dos largas zancadas se mete en
la casucha y vuelve con el dinero que le entrega en mano a Zoilo.
-
¿Se toma un vermú Don Zoilo? -
pregunta con sinceridad, mostrando la botella y el sifón que lleva en la otra
mano.
-
Siusté invita, Don Florio, le agradezco.-
-
Siéntese hombre y conversemos. Digo, si no tiene apuro. Esta vuelta
vine solo; las chicas tienen sus cosas y mi señora se quedó en casa con ellas.-
- ¿Apuro?
¡no! La patrona me espera a las doce, y ya hace sol. ¿Anda enferma alguna de las
nenas ?- pregunta Felix intrigado.
-
No. Para nada, es que tienen el "pijama party" en casa de una amiguita y se
quedan a dormir. -
contesta Florio apurado, mientras tras otro par de saltos trae algo para ir
picando.
- Aaaah.- murmura Zoilo y piensa
intrigado, -¿Pijama Party?- y como para disimular su ignorancia continúa con
otro tema, -.Ahí andaban los muchachos
que le compraron al Félix, tratando de desclavar los pilotes viejos. A la final
le terminó el muelle nuevo el viejo atorrante ese. -
-
Con este calor, van a renegar bastante.- comenta Florio mientras le va llenando el vaso, - ¿está bien así? -
-
Si, gracias- contesta el
viejo, completando con soda, y volviendo al tema,- no los vana poder desaflojar así nomás, el viejo Felix sabe, …le pidió
mil doscientos por la changa-
Florio piensa un instante y con
aire entre entendido e inquisidor, pregunta -
¿Pero, si tiran con un cable desde la costa, por ahí los sacan, no? -
-
¡Nooo! - contesta el
viejo mirando el muelle de soslayo, - alomejor
con un malacate, tirando de arriba, desde la casuarina. Pero malacate no
tienen. Y así de última los van a quebrar de abajo a los pilotes, y le queda mas
peligroso todavía, puntiagudos, y con agua alta es peor, ¿vio? Porque no se
ven. -
-
Y Usted Don Zoilo, cuando hizo el muelle de los Sosa, como sacó los pilotes
viejos, flor de laburo habrá sido, ¿no? -
-
¡Nooo!, los Sosa no tenían tanto apuro como estos muchachos, ¿vio? Esperando la
bajante, en la semana le fui atando un par de tambores vacíos a cada uno. Uno por uno. Bien amarrados, con
la creciente salen solos, los afloja la marejada de cuando pasan las lanchas, y
el agua hace su trabajo ¿vio? -
-
¡Le ayudó Arquímedes! -
estalla sorprendido Florio, - ¡Qué
bárbaro, no se me hubiera ocurrido! -
-
Nooo, que Arquímedes!. ¡Yo solo nomás, …yo y el río! - el viejo islero queda un
instante pensando en el nuevo propietario de la isla vecina a la de los Sosa,
¿se llamará Arquímedes? ¿Arquímedes Vega?
No me suena - piensa ensimismado, -está
bien que es medio raro ese Vega, anda solo y viene poco. ¡Pero, que va a saber
de muelles! -
-Bueno
Don Florio, vio que le corte el pasto acá adelante, después vino la crecida y
lo de atrás lo deje pa’ cuando seque un poco, ¿vio? -
-Está
bien Zoilo,- le contesta
el pequeño empresario, - igual las chicas
no vinieron, ¡esta vez nos tomamos un fin de semana de descanso los dos!-
Si, los dos, piensa Zoilo, y como
al pasar le pregunta, mirando el vaso a medio tomar: - ¿Ala final, no sabe si su compadre la va a comprar a la isla del fondo?-
-Viene
la semana que viene con nosotros, y dice que entonces arregla directamente con
usted, - contesta
Florio, como si hubiese estado esperando la pregunta, -…pero no lo veo muy
entusiasmado, ...no sé. -
-
¡Quiero retruco! -
piensa sin mover un pelo el islero, y termina el vaso de un trago. -entonces lo vemos con su compadre, Don Florio,
pero el vermú lo traigo yo.
Ah,
casi me olvido, le tengo unas ciruela remolacha pa´ la señora que le alcanzo cuando pase, a la tarde o mañana temprano, -
y ya incorporado, se toca la gorra diciendo, - bueno, me tengo que ir yendo. ¡Gracias por todo, eh! -
-
Chau Don Zoilo, hasta luego y mándele un saludo a la patrona.-
Vuelve el viejo a su bote. Lo
desata, lo empuja hacia la corriente y se aleja hendiendo rítmicamente la
pala del remo en el agua. Ruido de toletes y agua, van anunciando su derrotero.
El sol del mediodía que "pega fuerte" reflejándose en el agua mansa,
muestra al pasar los pilotes, orgullosas estalagmitas de madera, haciendo
guardia frente a la isla de los muchachos que ya no están.
Sonríe Don Zoilo. El Félix tiene trabajo, aunque no se lo
merezca, es un viejo vago ese.
De la serie "Relatos isleros"
G. Porten
G. Porten
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