19 junio, 2023

Las valijas

El hombre no elige el destino de estas breves vacaciones mundanas; recién cuando llega, comienza a explorar su entorno y lo deslumbran las maravillas que le ofrece el paisaje local.
Trae consigo dos enormes valijas para llenar durante su estancia, una para colocar objetos materiales y otra para cuestiones espirituales; sin embargo, a pesar de saber que a su regreso la Aduana le permitirá llevar consigo solamente una de ellas, reteniendo implacablemente la otra, colecciona obstinadamente valiosísimas piezas para la valija que ha de quedar, dejando que la casualidad, o tal vez la veleidosa diosa fortuna se ocupe de colocar algunos bienes, o males, en la otra.
Duele enormemente al pobre turista la certeza absoluta de la pérdida irremediable, pero a pesar de todo y a sabiendas, se obstina en colmar la valija equivocada. Muy poco le preocupa el contenido de la que, forzosamente, está condenado a llevar; porque esa valija sí, al momento de partir, es equipaje obligatorio.

Está en cada uno de nosotros preparar el propio equipaje, y es de hecho una cuestión paradójica que las valijas tengan propiedades inversas. Una es de capacidad limitada, a medida que se la carga aumenta tanto su peso como los temores que genera su contenido, material tosco, denso y perecedero. Esta primera valija condiciona la estadía y preocupa, al punto de esclavizar.

La otra, muy por el contrario, es de capacidad infinita; almacena paz interior, genera libertades, guarda cuestiones sutiles y perennes, pero lo más asombroso es que cuanto más se la carga, más espacio le queda y más ligera se hace.

De la serie "Reflexiones"
G. Porten