Exijo lo
mío; lo que me corresponde. ¡O sea todo!
Desde
hoy me haré cargo personalmente de cada minúsculo detalle, de cada ínfimo
movimiento. Vivirás de lo que yo te conceda. Y agradece que así sea, piensa en
lo generoso de mi actitud. Si no fuese por mí, …¿qué sería de ti? Debes reconocer que fui yo quien te introdujo en el negocio, y todo lo que tienes me lo debes a mí. ¡Me lo de bes!
O sea, sigue siendo mío.
Absolutamente y totalmente mío.
También estos inútiles que tienes de laderos van a tener que poner las barbas en remojo, no habrá más excusas por supuestas "pérdidas inevitables", si no saben cuidar de mi mercancía, que mueran en el intento.
¡Para eso se les paga, carajo!
Y ahora quiero ver las muestras del último embarque, pesadas con precisión; nada de merma, no como suelen…
El aire bajo la mesa se expandió violentamente haciendo flamear el mantel y el ensordecedor estruendo dejó a todos petrificados. Sólo uno del grupo, el que acababa de pronunciar sus últimas palabras, pegó un leve respingo abriendo desmesuradamente los ojos por última vez. Lentamente su pesada corpulencia fue bajando y su silla deslizándose hacia atrás, lo dejó tendido en el suelo en medio de un charco de sangre.
Bien señores, -dijo el individuo sentado frente al lugar vacío- creo haber dejado bien en claro de quién es quién en mi negocio. Las condiciones son las mismas, ¡pero ahora me rendirá aún más!
¿Alguna pregunta?
De la serie "Pecados capitales"
G. Porten
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