¡La preferida del burdel! ¿De qué se las da?
Hace unos años yo también tenía ese cuerpo, así es fácil poner condiciones.
Sin embargo de nada te servirá, -pensó- la suerte está echada, para eso sirven viejos favores, prestados a tantos señores.
"Una mano lava la otra…" fue la fórmula sencilla.
-Recuerda cariño que yo arreglé lo de tu esposa, y tú tienes, sin duda, a quién encargar esto.- le había dicho al hombre, y sin más, el pacto de sangre había quedado sellado.
Esa noche, en su cuarto, aguzó el oído y lo pegó a la pared.
Los conocidos gemidos tantas veces fingidos y un sordo alarido le anticipaban el fin. Se produjo un silencio y se oyó un quejido, como un ahogado grito de horror, y la voz de aquel hombre llamando a la calma:
-No temas. Tranquila que estoy con vos. Del otro asunto, no puedo evitarlo, encargué a un amigo, aquel apodado “el rata perdigón"-
Golpean la puerta.
-¿Quién es?- pregunta balbuceando.
La respuesta es del “rata”, pero claro, no le conoce la voz.
De la serie "Pecados capitales"
G. Porten
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